Fecha

2005 Adiós Mediterráneo

El sueño de la estética a la sombra de un árbol milenario.

Contaba Heródoto que Jerjes el Grande saqueó y quemó la Acrópolis de Atenas en el 480 a.C., pero no consiguió la rendición de los atenienses.
En algunas versiones mitológicas de la historia, Jerjes, antes de emprender su expedición a Grecia, tuvo un sueño en el que se veía con una corona de olivo que posaba sobre su cabeza, cuyas ramas caían hasta el suelo. No era una corona de laurel, como la de los héroes, ni de hierro, como la de los conquistadores. Era una rama viva, del árbol sagrado de Atenea, traída desde la Acrópolis, aún fresca, aún verde.

Para los griegos, el olivo fue un regalo de la diosa Atenea a la ciudad que luego llevaría su nombre, Atenas. Por lo que soñar con el olivo podría haber sido interpretado como un presagio: que la ciudad que pretendía someter estaba protegida por la voluntad de los dioses.

R. Casstillo, Adiós Mediterráneo I, plomo, madera, olivo y metacrilato, 209 x 95 cm, año 2005


“La mirada que Ricardo Casstillo dirige al mundo del olivo le inspira una reflexión que interroga el inconsciente colectivo que subyace al mundo simbólico (al plomo, por ejemplo), para nutrir su obra de referencias históricas o legendarias”, así introduce Michel Hubert a Casstillo en el catálogo de la exposición La Estética del olivar de la que fue comisario.

 

Referencias a leyendas como la del olivo –árbol sagrado- del que se decía que era inmortal: aunque se cortara o fuera destruido, siempre volvía a brotar. Heródoto incluso menciona que, tras el saqueo persa de la Acrópolis por parte de Jerjes, el olivo rebrotó al día siguiente como un signo divino.

 

La exposición colectiva reunía un grupo de 17 artistas, tanto noveles, como consagrados de distintas procedencias, pero todos de territorios en los que el olivo está presente e integrado en la vida cotidiana de sus habitantes.

La inauguración tuvo lugar el 8 de octubre de 2005 en Jaén, con una muestra compuesta por pinturas, esculturas, fotografías e instalaciones de los siguientes artistas: 

Santiago Arranz, Juan Antonio Baños Arjona, Ricardo Casstillo, Luis Costillo, César David, Florentino Díaz, Javier Flores Castillero, Angustias García, Jesús González Javier, Paco Guerrero Mayo, Federico Guzmán, Lucas Huijbregts, Jacinto Lara, Paco Lara-Barranco, Manuel Muñoz, Miguel Soler Núñez y Andrés Talavero.

Y recorrió cuatro importantes sedes de ciudades de tierra adentro, sin agua a la vista, de una provincia que, solo nombrarla, nos sugiere un mar de ondulados campos de olivares: Jaén (Palacio Villadompardo), Alcalá la Real (Convento de los Capuchinos), Ayuntamiento de Cazorla y el Hospital de Santiago en Úbeda.

Pincha aquí para ver el catálogo que editó la Diputación Provincial de Jaén y la Empresa Pública de Programas Culturales de la Junta de Andalucía. La obra de Casstillo aparece en las páginas 26 a la 31:

Esta muestra dio a Ricardo la oportunidad de abordar nuevos materiales. Abandonar el lienzo y el pincel para poner todo el interés en destacar la importancia del olivo, con auténticas ramas y olivas sobre plomo y madera.  Y ofrecer su simbología, sin perder de vista su aguda mirada crítica social y su preocupación por la degradación de la naturaleza.

R. Casstillo, Adiós Mediterráneo II, plomo, madera, olivo y metacrilato, 209 x 95 cm año 2005

Reproduzco aquí parte de la carta que Ricardo entregó al comisario Hubert, para acompañar a las imágenes de sus obras:

«Para Michel Hubert  
Sevilla, 4 de agosto de 2005
El Olivo
Yo soy el hombre mediterráneo (mitad tierra) sumido en un proceso de metamorfosis vegetal constante.
 
Hubo un tiempo en el que se creyó que la lámpara de Sagrario podía arder indefinidamente, sin necesidad de renovar su reserva de aceite de oliva, símbolo de paz y esperanza. De aceite de oliva también era la Lámpara de Jerusalén, que los primeros cristianos se pasaban de mano en mano.
 
En el primer día del año, en Roma se festejaba la ambrosia del árbol fálico: el olivo. También en los primeros días de enero las muchachas desnudas iban a coger una rama de olivo verde, tomaban una hoja, la humedecían con saliva y la arrojaban al fuego: si saltaba tendrían amores, si no, amores fallidos.
 
En la Europa meridional y Asia Occidental fue tradición clavar en la tierra un vástago de olivo como deseo de buena cosecha, amor, paz y prosperidad.
 
Estaba el olivo consagrado al dios Júpiter y fue Ulises quien, con una estaca de olivo afilada, sacó el único ojo al monstruo que guarda la tierra prohibida.
 
Cuenta Heródoto que Jerjes, antes de la expedición a Grecia, soñó que llevaba en la cabeza una corona de olivo, cuyas ramas caían hasta el suelo.
 
Aún faltan 11 años para considerar viejo al abuelo Dadá y ya su deseo de cambiar el mundo es un cadáver: el poder del arte para “salvar” a la humanidad de tanta ignorancia, de reformar el orden de la experiencia…
 
Pero nos queda una mitología del ser y su relación con las cosas, un mundo que se sirve en soledad, pero que bebe de la gran fuente del conocimiento colectivo a través de sus creencias religiosas, místicas o profanas, de sus supersticiones y de su antigua concepción del misterio de la vida.
 

Rastro

Ubicación simbólica

Desarrollo plástico

Incidencia emocional

versus

versus

versus

versus

Localización

Ubicación concreta

Desarrollo conceptual

Incidencia intelectual

Ricardo Casstillo».

R. Casstillo, Adiós Mediterráneo I, plomo, madera, olivo y metacrilato, 209 x 95 cm, en 2025

Hoy, 25 años más tarde, aquella corona que el sueño ofreció al hombre poderoso es un recuerdo de hojas secas, solo la imagen de una figura recortada en plomo sosteniendo la rama que no fue suya. Y así permanece. No coronado, sino condenado a soñar eternamente con el imperio que no alcanzó.
Una silueta hecha de plomo, metal de la guerra, del peso del castigo. No es bronce heroico ni mármol eterno, sino el rastro oscuro de la destrucción. En su mano sostiene una rama de olivo, símbolo de la paz, que no supo traer del imperio que soñó y no logró sostener.


Y por último, Casstillo cierra su carta revelando su intención creativa:

«Mi trabajo siempre se mantuvo en el intento de conectar con una especie de inconsciente colectivo que subyace al símbolo y lo conecta al mito cultural, ya sea para afirmarse en él o ponerlo en tela de juicio. Y para esto último existen varias formas de acercamiento creativo: conceptualización, literalidad, e hipertrofia».

 

Pepa Pineda Villarrubia, Sevilla. Lunes 14 de abril de 2025

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