Desde 1980 se celebra en Utrera el Certamen Nacional de Arte Contemporáneo “Ciudad de Utrera”, que, gracias al apoyo de diversas instituciones interesadas por difundir el arte contemporáneo y a sus creadores, dio espacio y calor a una generación de artistas que incorporaron nuestra plástica al contexto internacional, al tiempo que huían del aislamiento y del fuerte sentido de la tradición de la ciudad de Sevilla. Este grupo de artistas, conscientes del atraso de España, había superado los planteamientos regeneracionistas y preparaban el terreno para construir los nuevos valores que surgían de una flamante Constitución.
Veinte años después, en 2000, se publicó un catálogo que recogía la actividad de aquellas dos décadas, y que incluía una obra de Ricardo Casstillo, que como miembro muy activo de su generación, se hacía presente en todas las manifestaciones artísticas de aquellos años. Se trata de uno de los cuadros de su serie Otros Desiertos (1990), obra que fue adquirida por aquella corporación municipal.

En la serie aparecían aguas estancadas, ocupando todo el formato, donde flotaban cilindros metálicos, y en los que, a través del color, en óleo y pintura industrial (generalmente pintura de coche) sobre tela, presentaba un paisaje simbólico, pizarroso, salpicado de minas ahora sin actividad, el paisaje de la Cuenca Minera de Riotinto.
El Catálogo de la colección da buena cuenta de sus fondos pictóricos, pero ofrece también una ligera semblanza de las adquisiciones en cerámica del Proyecto Delft (1995).
Para Delft, Casstillo creó un molde en forma de cubo de 20 x 20 x 20 cm, en pasta blanca decorado con óxido negro de cobalto sobre esmalte, al que tituló El cuento de nunca acabar.
Casstillo toma esa letanía (¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?) para ilustrar con sencillos e inocentes dibujos la ocupación por parte del hombre, una y otra vez, de un espacio natural, y la posterior utilización que hace de sus recursos hasta el inevitable deterioro del medio, como ese cuento que nunca termina y que te acaba devolviendo al principio.


Tanto en Otros Desiertos como en El Cuento de nunca acabar, Casstillo articula en metáforas artísticas su honda preocupación por la naturaleza. Denuncia no solo de la Cuenca Minera de Rio Tinto, con sus pequeños ríos que desaguan residuos metálicos, sino de la explotación temeraria de cultivos y campos de golf que devastan tierras y caudales de agua. Nunca fue un activista, sino defensor –como Walt Whitman– de la experiencia mística de la armonía entre el hombre y la naturaleza.




Solo veinte días después del fallecimiento de Ricardo Casstillo, el jueves 30 de julio de 2020, se inauguró en el Centro Cultural de Utrera una retrospectiva de los 40 años de aquel Certamen Nacional, en la que Casstillo estaba doblemente representado. La exposición compuesta por 40 obras –una por cada año de vida del certamen– recogía los cambios sociales, emocionales y artísticos que se habían vivido en estas cuatro décadas, desde que en 1980 llegara al Ayuntamiento de Utrera la primera corporación democrática de la Transición.
COLECCIÓN 50 OJOS quinta carpeta
La colección llevaba un buen ritmo de ventas; ganaba prestigio entre el mundillo artístico de la ciudad, habían salido a la luz 16 grabados recogidos en las primeras 4 carpetas y Casstillo hacía realidad su obsesión por crear una colección de obra gráfica con la firma de los mejores artistas locales que comenzaron su andadura profesional en la década de los ochenta. Así, cinco meses después, Ricardo presentaba en sociedad la quinta carpeta de 50 Ojos, con otros cuatro aguafuertes.

De la mano de Michel Hubert Lépicouché – francés afincado en Extremadura, poeta, comisario de exposiciones, crítico de arte, y miembro de la Sección Francesa de la Asociación Internacional de Críticos de Arte– en La galería Margarita Albarrán de Sevilla, el 3 de octubre del 2000, colgaba las obras realizadas, esta vez, por Javier Buzón, Salomé del Campo, Federico Guzmán y Paco de la Matta: “Artistas con el denominador común de haber desarrollado el grueso de su labor creativa en la ciudad donde fueron artífices de la historia de la vanguardia en Sevilla, que no empezó a desarrollarse hasta los años ochenta”, según señalaba Ricardo Casstillo en El Correo del 04/10/2000
Hubert hace una semblanza de cada uno de estos artistas y sus grabados en el catálogo final de la colección, que se publicara pocos meses más tarde. Ofrecemos un extracto de cada una de ellas:

“Nos propone una visión nocturna en otra ciudad, un moderno gimnasio construido en un solar urbanizado tras el derrumbe de una antigua fábrica de gas, […] El azul eléctrico del cielo […] es un azul sacado de la visión literaria que tenemos de las grandes urbes americanas”.


“Con la representación de un edificio en ruinas, abierto al cielo a través de un cielo reventado, Salomé del Campo juega con la dualidad luz y sombra que inspiró a Víctor Hugo: el día se hunde en lo más negro del abismo, al encuentro de la sombra…”.


“El árbol del cacao que nos ofrece Federico Guzmán, despliega sus ramas como si fueran de un árbol de la vida en medio del paraíso. […] Pero pintar con ingenuidad no significa ser ajeno al entramado social y político de la sociedad. Con su simbolismo Federico Guzmán nos recuerda que el chocolate era la bebida reservada a la aristocracia azteca y que la semilla del árbol del cacao era utilizada como moneda por los indígenas de la América precolombina. Pipa, molino, elefante, luna, zapato, muñeca, conejo… sí, mi querida Alicia1, pero como billetes verdes colgando de maravillosas ramas”. (1) Alicia en el País de las Maravillas.


“Francisco de la Matta nos recuerda que el arte barroco no está solo al servicio de las formas, que delimitan el espacio, sino más bien al servicio del espacio delimitado por sus formas, una función siempre muy presente en la obra de los surrealistas, cargadas de pulsiones freudianas […] formas curvilíneas y blandas para enmarcar las puertas del cuerpo […]. Más allá de las connotaciones anatómica (¿laringe o vagina?), esas puertas están dibujadas para servir de trampa a las miradas”.

La mayoría de los artistas que había elegido Ricardo para 50 Ojos se enfrentaban por primera vez a esta técnica de estampación tan utilizada en la antigüedad y retomada posteriormente por Goya o Picasso. Una técnica que había caído en desuso y se consideraba un género menor. “Los artistas que hemos seleccionado no habían tocado nunca antes los sistemas de estampación. Algo paradójico, ya que el oficio de pintor en la Antigüedad exigía, como primer requisito, saber trabajar en huecograbado” recordaba Casstillo en El Diario de Sevilla del 03/10/2000.

Pepa Pineda Villarrubia, lunes 19 de junio de 2023
2 respuestas
Es un genio que he conocido de incalculable talento Cierto es qué me hubiera gustado haber compartido clases como alumno suyo, aunque con eso me ayudo muchísimo como persona y artista.
Sin duda, Emilio. Como alumno hubieras aprendido la auténtica forma de expresar sin miedos y sin intentar gustar, sino a sacar tu alma y pintarla sobre el lienzo.
Como profesor fue muy exigente y a veces duro, no doraba la píldora a nadie, no engañaba.
Los genios son así, pienso.