Volviendo al proyecto de El Limbo de las Cosas iniciado el año anterior, Ricardo Casstillo nos presenta esta sugestiva serie en papel, cuyo título remite directamente a la tradición del desnudo en la historia del arte: El pintor y su modelo.
En ella plantea un diálogo complejo entre tres elementos recurrentes en su obra: la naturaleza, la máquina y el erotismo. Recursos con los que construye una narrativa en la que coexisten estos tres ámbitos en una tensión permanente, que expresa a través de la pintura, el collage y la fotografía en blanco y negro de antiguas revistas “para adultos”.

Con esta serie de siete obras de 50 x 90 cm, en acrílico, tinta y foto sobre papel, Casstillo nos enfrenta a una realidad fragmentada, donde el deseo, la mecánica y la imagen conviven en una inquietante danza.
Pero, a diferencia del erotismo clásico, ligado a la idealización del cuerpo y la belleza canónica, Ricardo lo transforma en un terreno de exploración psíquica y formal.

LOS INSECTOS
A la izquierda de cada uno de los trípticos, introduce escenas de apareamiento de insectos, representaciones de la naturaleza en su faceta más instintiva y primitiva.
Las imágenes de insectos evocan el interés que el surrealismo tuvo por la biología, el inconsciente y lo instintivo, y recuerdan a artistas como Max Ernst –que tanto influyó en Ricardo– y Dalí, quienes exploraron el mundo animal como un reflejo de los deseos humanos.

Desde el surrealismo hasta el expresionismo, pasando por el dadaísmo y el futurismo –corrientes estéticas que moldearon su trabajo–, el erotismo en la vanguardia no solo evocó el placer carnal, sino que también sirvió como herramienta para desentrañar los rincones más oscuros del deseo y el inconsciente. No hay que olvidar que los artistas de las vanguardias tomaron la idea que Sigmund Freud había revelado sobre la sexualidad como motor primario de la psique humana.

Casstillo recrea en la serie la reproducción sexual de los insectos. Dibuja libélulas, escarabajos, mantis religiosas y otros artrópodos y coleópteros, que en su cortejo despliegan un repertorio de curiosos comportamientos. El macho que, durante la temporada de apareamiento, busca activamente a la hembra entre el follaje y las flores, una vez encontrada la potencial pareja comienza el galanteo para atraerla, emitiendo señales químicas y táctiles que preceden y acompañan a la cópula.
LA MÁQUINA
En el centro de cada cuadro, la presencia de engranajes, turbinas y cadenas mecánicas introduce la idea de la máquina como un símbolo de la modernidad y la transformación industrial del cuerpo y la mente. La relación entre la máquina y el erotismo fue explorada por el futurismo y el dadaísmo. Recordemos que el futurismo, en su exaltación de la máquina y la velocidad, fusionó el cuerpo con la mecánica en una suerte de erotismo industrial. Marinetti proclamó: “un automóvil rugiente, que parece correr como la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”.

Pero Casstillo hace una nueva lectura: aquí, la máquina no solo es un instrumento de producción, sino también un objeto de deseo y un intermediario entre el instinto animal y la representación cultural del cuerpo.

Las herramientas escogidas por Ricardo y plasmadas en collage sobre la obra, parecen desplazar el erotismo clásico hacia una visión casi cibernética de la sensualidad.
LO ERÓTICO
Casstillo, con veinte años de trayectoria artística en el momento de esta serie, reinterpreta el clásico tema de El pintor y su modelo en clave posmoderna. Y sitúa, finalmente, a la derecha de los cuadros un collage de imágenes eróticas muchas veces en poses explícitas, extraídas de antiguas revistas de los años 60 –que gustaba descubrir en rastros o librerías de viejo–, y presentadas en un damero de impulsos crudos e inmediatos, que despojan el erotismo de toda idealización.
La fragmentación y el encuadre de los cuerpos recuerdan la estética del Pop Art y el apropiacionismo de los años 80, que tomaba imágenes existentes y las reutilizaba dentro de un nuevo contexto artístico.
En esta serie la representación de figuras masculinas con penes pequeños desafía la asociación tradicional entre tamaño y virilidad. Mientras que la mujer toma un giro inquietante: ya no es solo la musa complaciente de la Historia del Arte, sino que ha sido absorbida por un lenguaje visual que la reproduce, la mercantiliza o la redefine según las reglas de la cultura contemporánea.

Si hay un movimiento que hizo del erotismo un eje central, ese fue el surrealismo. En artistas como Max Ernst o Dalí el cuerpo se convierte en un campo de metamorfosis, donde lo sensual se funde con lo grotesco. Por eso, el profundo interés de Ricardo Casstillo por el surrealismo, sumado a su labor como estudioso e investigador, dejó una marcada huella en su obra pictórica, especialmente en esta serie de 2004.
READYMADES ERÓTICOS
Herederos de la estética surrealista, los readymades de bronce, latón y acero de Casstillo reinterpretan el uso del objeto encontrado con una nueva carga simbólica.
Por su personalidad rebelde, innovadora, valiente, radical e irreverente, Ricardo descubre en el dadaísmo su propio lenguaje. De ahí que, ya en 1996 se autodenominó Popó, hijo de Dadá.


Desde lo onírico hasta lo mecánico, desde lo sublime hasta lo perturbador, la erótica en la obra de Casstillo nos muestra que el arte no solo es un reflejo del deseo, sino también una forma de reinventarlo.

Pepa Pineda Villarrubia, Sevilla. Lunes 17 de marzo de 2025